Nuestro país ha avanzado cuantitativamente hacia la universalización de la educación básica, sin embargo, hay un reconocimiento abierto por parte de las autoridades educativas de una deficiente calidad de la educación básica; éste, se refleja en el acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, el cual contempla entre sus objetivos principales que los alumnos tengan acceso a una educación de calidad que les permita ensanchar sus oportunidades de movilidad social
Escuchamos en repetidas ocasiones, a través de los medios de comunicación, que la escuela es culpable del nivel de aprovechamiento tan bajo que se tiene en nuestro país; al escuchar escuela, pensamos en los docentes que están frente a los alumnos, pero si preguntamos a los docentes cuál es el papel protagónico de los padres en la educación de sus hijos, muchas de las respuestas coincidirían en afirmar categóricamente que no existe un acompañamiento de la mayoría de los padres hacia sus hijos en lo que reciben dentro del centro escolar
El informe Coleman, ha mostrado desde 1966, que los factores socioeconómicos de los padres influyen en los puntajes que los alumnos obtienen en la escuela. Balli, Wedman y Demo, muestran que en la medida en que haya una supervisión de los padres, una revisión e interés por el trabajo escolar de sus hijos y el conocimiento de sus maestros, se elevará el desempeño escolar
Los grupos sociales capaces de configurar a la persona son la familia, la escuela y el trabajo, por ser núcleos de socialización. El grupo fundamental es la familia, porque la transmisión de valores, tradiciones y costumbres son incorporados en forma de “habitus”, según explica Bourdieu. El “habitus” es la interiorización de la exterioridad, que se vive en el “campo”, entendido como el espacio social donde se manifiesta el producto de la exteriorización de la interioridad.
Por tal motivo, no podemos obviar la trascendencia que tiene el capital cultural de un niño para su desempeño en la escuela. El sustento de esta afirmación proviene de la teoría de Bourdieu, quien nos dice que se trata de un capital simbólico, al que la convencionalidad social le confiere un valor, que llega a concretizarse en un reconocimiento institucionalizado y plasmado en títulos escolares. Se llega incluso a comparar esos títulos de acuerdo al capital cultural acumulado y éstos confieren al portador la posibilidad de valuar monetariamente su capital cultural.
Si el capital cultural es hereditario y reproducido como teoriza Bourdieu, y predispone a las personas para acrecentarlo o limitarse a reproducirlo, podemos decir entonces que “cuando el nivel de los padres está determinado por una escolaridad incipiente o rozando el analfabetismo, es más fácil que los hijos no tengan un rendimiento escolar satisfactorio, y por el contrario, en aquellos padres con un nivel de formación medio alto es más probable encontrar un rendimiento bueno". Si esto es así, claramente podemos dar la razón al mismo Bourdieu, cuando dice que la educación de los padres a los hijos está marcada por lo que los padres a su vez recibieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario